Colombia es un país de países, con 82 particularidades culturales diferentes compartiendo algo más que un territorio. Es un país mestizo, urbano que busca la modernidad (sin saber bien de qué se trata ni para qué sirve) y que a veces se olvida del otro país, indio, negro, de mestización biológica y sensitiva profunda. País múltiple que con frecuencia se manifiesta en la resistencia persistente -a veces pasiva, a veces activa y alarmante- mediante la cual estos grupos se reafirman y reconstituyen (IGAC, 1997).
La Constitución Nacional (1991), define a Colombia como un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general (lo anterior ha sido el fundamento del proceso de la descentralización, autonomía territorial y de democracia participativa sobre la base de unidad nacional). Por otra parte, la investigación geográfica, histórica, biótica y social difunde que Colombia es un país con tiempos, espacios, dinámicas, percepciones diferentes y de diversidad étnica, cultural y natural.
Sin embargo, no deja de ser preocupante que se quiera homogenizar un país sobre una sola concepción de cultura, desarrollo, economía y ordenamiento territorial, y es aquí donde aparecen las dualidades y problemáticas del control administrativo, político y económico.
La globalización generalizadora de por si, vista positivamente por la economía de mercado en Colombia, plantea oportunidades y/o amenazas que el Estado y el gobierno (generalizador), necesitan comprender para orientar el desarrollo, ordenamiento y la organización territorial con el fin de aprovechar las ventajas del territorio, la diversidad étnica y cultural, la biodiversidad natural y geográfica (ESPINOSA, Cuervo et Al, 2001). El anterior enunciado cada vez que se intenta extender a todo el país por las políticas de gobierno (normatizadas), pierde elementos de definición constitucionales como la pluralidad, singularidad y autonomía, chocando con las diferentes culturas y más cuando son ajenas a este tipo de economía, además que el concepto de biodiversidad natural y geográfica lo que señalan en su esencia son diferencias y especificidades, y no generalidades.
La Colombia de economía de mercado, de redes y jerarquías urbanas, no es necesariamente la única respuesta a los demás desarrollos, ordenamientos territoriales y ambientales, y organizaciones territoriales, que hacen cierta la diversidad étnica y cultural, y que tienen percepciones diferentes sobre la diversidad natural y geográfica. Es decir, no todas las culturas en Colombia conciben y conocen la economía de mercado como el pilar del desarrollo, ni mucho menos la biodiversidad étnica, natural y geográfica como una ventaja comparativa territorial y a las personas como capital social. Mientras para unos el bosque es un recurso natural extractivo para otros la tala del árbol significa el fin y suicidio de su etnia, puesto que matan su corazón (razón de ser y existir). Mientras unos ven múltiples flujos económicos, sociales y culturales, los otros no quieren que se abra el turismo étnico, ni natural, por ser base de la extinción de sus comunidades.
El orden territorial tal como se concibe en la economía de mercado ha buscado someter a la naturaleza a las necesidades crecientes de los seres humanos, generándose con ello un gran desorden que luego obliga a impulsar procesos de ordenamiento territorial, tratando de recomponer la relación entre la sociedad y la naturaleza, bajo la premisa de la sostenibilidad, pero apuntalando la producción. Sin embargo, otras culturas al interior del país se han ordenado sometiéndose a las leyes o reglas de la naturaleza, es decir coexistiendo con ella de manera sostenible.
Un ejemplo claro de lo anterior, es el tema de las Amenazas Naturales en el Ordenamiento Territorial –OT-. Pueblos lacustres, palafíticos, ribereños ancestrales, son mapeados en el OT de la economía de mercado, en zonas de alta amenaza por inundación e intentan trasladarlos, sin tener en cuenta su cosmovisión y manera de subsistir. Y al contrario, áreas naturales inundables ocupadas por población para la producción, reclaman millones de pesos anualmente por estar en zonas de amenaza natural, cuando son naturalmente afectados.
En el reconocimiento de los derechos fundamentales de las comunidades está el futuro de Colombia. En este punto, surge un nuevo fenómeno, el de la glocalización, como una dimensión integrada de lo global y lo local, que se afectan recíprocamente. La glocalización se puede entender en dos vías: pensar globalmente y actuar locamente, o también pensar localmente para impactar mundialmente. Se dice que Colombia será fuerte en la medida que se prepare sobre el reconocimiento de su realidad, su biodiversidad y sus valores culturales e históricos, como parte constituyente de su identidad nacional (ESPINOSA, Cuervo et Al, 2001). Este último sería impactante si se respetara la autonomía de las culturas en Colombia.